Si bien es cierto que llevamos casi quince años disfrutando de la televisión como prolongación cotidiana de la gran forma cinematográfica, digamos que desde que el experimento Twin Peaks abrió camino e hizo factible trabajos como Los Soprano y El ala oeste de la Casa Blanca, durante todo este tiempo sentirse desbordado por siete minutos de la pantalla doméstica no es algo que haya sucedido tan a menudo. Quizá por ello este apremio por decir algo sobre los minutos finales, los que dura el tema “Breathe Me” de Sia Furler, del último capítulo de Six Feet Under: “Everyone's Waiting” (S05E12). Claire se va de casa, la familia la despide en el porche, ella toma una fotografía no sin antes escuchar algo que su hermano Nate le susurra al oído. La sentencia nos consume mientras el coche avanza en la carretera y el montaje se acelera: “You can't take a picture of this. It's already gone”.
El componente fantástico que atraviesa toda la serie potencia aquí, como lo hacía la demarcación de la isla en Lost, que los límites del recorrido espacial se desborden en la dimensión temporal para mostrarnos lo que casi nunca vemos al finalizar la proyección: el paso del tiempo y la muerte de los protagonistas. Prolepsis y vuelta al presente, al coche en la carretera, a un tiempo inaprensible que desde la muerte no tiene ubicación ni sentido: “You can't take a picture of this. It's already gone”. Lo que en cualquier relato nos podría parecer una decisión fallida porque clausura nuestra imaginación, el peor de los spoilers vamos, en Six Feet Under se nos presenta sin embargo como la más natural y lógica de las conclusiones, con homenaje incluido a la muerte del Ulises de 2001: Una odisea del espacio.
Y este final es consecuente precisamente porque los 63 capítulos de la serie nos han enseñado que lo importante no es mortificarnos ante la inexorabilidad de la muerte sino celebrar la vida, el tiempo que resta y en el que Ruth, la madre de Claire, bromea incluso con sus amigas con abrir un laboratorio clandestino de metanfetaminas (¡ojo Mr. White, léase Heisenberg!). Así, aunque el dolor no sea algo que se supere, como bien lo recuerda Jay Rosenblatt en su demoledora Phantom Limb (2005), otro relato en el que la muerte que nos afecta es la de un hermano cuya ausencia se vive como la de un “miembro fantasma”; así, aunque ese dolor no se vaya nunca lo importante entonces es seguir desplazándonos, acompañar el movimiento de Claire como quien aprende a convivir con el dolor, como quien deja de ver momentáneamente esa presencia que se escapa por el retrovisor del coche. Y la vida, aunque jodida, continúa.
Aunque es cierto que dicho así el final de Six Feet Under parece implacable, un “todos mueren” que hace palidecer incluso el final de House (S08E22: “Everybody Dies”) por ilusorio y escapista ante la enfermedad, no deja de serlo también que en su proyección hacia el futuro dibuja un tiempo que alberga una profunda esperanza. Ese coche que avanza en la carretera no nos deja desamparados. Si durante cinco temporadas nos ha quedado claro que el final de todos (nosotros) es el mismo, estos siete minutos finales apuestan por una pulsión de vida que, a través del relato, nos invita a imaginar y a celebrar lo que está por-venir. La necesidad de hacer que cada segundo cuente se siente en las imágenes, como en otra narración arrebatada de la pasada década, otra línea de fuga dibujada en el paisaje americano por otro coche en marcha, el del final de 25th Hour.
La sombra de la tragedia personal en Six Feet Under, la muerte del hermano, encuentra su correspondencia en la tragedia colectiva de 25th Hour, el 11-S. Lo sugestivo de este diálogo es que ambos recorridos necesitan superar la barrera física para dejar que el relato explore las posibles vidas que sólo se abren en otra dimensión del tiempo, como si la muerte ya estuviera asumida y sólo quedara lugar para la potencialidad de la vida, aquí y ahora, en cada metro que avanzan los vehículos. Tremenda empresa la de estas imágenes, hacernos ver, como el padre de Monty lo intenta con su hijo, que cada latido y cada segundo cuentan y que es inútil perderlos lamentando el pasado (así como era inútil apresar un instante único en una fotografía): “It all came so close to never happening. This life came so close to never happening”.