Sin norte
Comienza El Hobbit: Un viaje inesperado con una reunión que se lleva así como quien no quiere la cosa un tercio del metraje de la película. Es un puro trámite, puesto que no es más que el punto de partida de la aventura, pero la parsimonia de esta primera parte de la película ya nos advierte del principal problema que va a lastrar toda la proyección: apenas hay nada que contar. J.R.R. Tolkien escribió un libro que, en su traducción al castellano, no llega a las 300 páginas. Peter Jackson extrae de él tres películas de duraciones mastodónticas (esta primera dura 169 minutos, y todo hace pensar que las otras dos rondarán ese metraje). La jugada –y no era necesario esperar a la película para saberlo– es puramente comercial, dados los avatares de producción que ha sufrido la gestación de la película [1]. Y el estreno nos ha permitido constatar que, al menos en esta primera entrega, Jackson no ha aprovechado para insuflarle vida al libro ni para plantear conflictos o tramas que trasciendan las páginas de las que bebe. Bien al contrario, el abordaje que acomete el director neozelandés consiste principalmente en engordar el material de origen estirando el tempo narrativo hasta decir basta. Es el principal problema de El Hobbit: Un viaje inesperado, y no es precisamente un problema menor puesto que, alargada de esta manera tan ordinaria, la película deviene un espectáculo de una paraplejia galopante.
Observando además la ausencia de fórmulas visuales atractivas con la que está realizada la película es lícito plantearse hasta qué punto la exuberancia formal de la trilogía de El Señor de los Anillos no fue fruto de la casualidad. Jackson se rodea de una parafernalia tecnológica abrumadora (HFR a 48 fotogramas por segundo, 3D) y sin embargo es incapaz de superar una absoluta asepsia visual por mucho que acredite recursos formales propios como el uso de ángulos de cámara imposibles o de lentes que distorsionan el plano, con lo que El Hobbit acaba luciendo igual que la mayoría de blockbusters que nos llegan de Hollywood. Ejemplos prácticos los tenemos en las (escasas) secuencias de acción, donde la abundancia de micro-planos tan del gusto del actioner moderno da como resultado un calimocho audiovisual en el que es muy fácil perderse y muy difícil entender quién es quién y qué hace qué. Y cuando el director neozelandés se vuelve más personal aún es peor, como así lo sugiere la broma de reducir a la nada la belleza épica de los paisajes de la Tierra Media filmándolos con sus típicos travellings sinuosos que apenas dejan disfrutar de la imagen.
No le hace tampoco ningún bien a esta película la irritante infantilización a la que es sometida –de manera bastante inesperada– por Jackson vía un sentido del humor blanco y pueril, basado en la broma boba y sin el menor atisbo de mordacidad, ironía, ni de nada que un niño de 6 años no pueda comprender y celebrar. Infantilización que se traslada también a la manera en la que Jackson filma la –escasa– violencia: las decapitaciones son mostradas con un pudor casi de parvulario, de espaldas o en penumbra para que no se vean muy bien, y la sangre se evita hasta el punto que cuando vemos el filo de una espada que acaba de servir para ensartar a un orco, el acero está impoluto, seco, sin rastro de sangre. Así pues, un par de momentos de buen cine (la secuencia de los gigantes de piedra y la épica del instante en que Thorin atraviesa el fuego para encarar a su más temido enemigo) son un pobre resultado para casi tres horas de película.
Si entendemos El Hobbit: Un viaje inesperado como la primera parte de una única película, la cosa no empieza nada bien. Si la entendemos como una película aislada, interpretación bastante ridícula pero lícita desde el mismo instante en que sus creadores la alientan estrenando tres películas a lo largo de un lapso de un año y medio, entonces cabe albergar la esperanza de que, si bien lo rodado por Jackson padezca de todo lo expuesto hasta aquí, por lo menos las otras dos no sean tan soporíferas. Y es que lo peor que se puede decir de un blockbuster es precisamente eso: que aburre.
Notas:
- La página en inglés de Wikipedia al respecto es extraordinariamente profusa en detalles y explicaciones (ir a la página). ↑