Archivo mensual: abril 2011

‘Shadow’ (galería Helga de Alvear, hasta el 7 de mayo)

Existe una corriente semiótica en el actual cine norteamericano. Las últimas películas de Todd Haynes y Todd Solondz juegan a intercambiar actores para representar a un mismo personaje. I’m Still Here ahondaba, por su parte, en el constructo de estrella mismo llevado a la vida real, de forma que el individuo Joaquín Phoenix se derrumbaba en el vacío más absoluto.

La cinta de Affleck comenzaba con una filmación casera de todos los hermanos Phoenix realizando una actuación musical. Pensar en los hermanos Glass de Salinger resulta inevitable. El final de I’m Still Here terminaba con la sumersión de Joaquín Phoenix en ese mismo río del comienzo donde, en otra grabación doméstica, se le veía titubear antes de saltar en presencia de su progenitor. En realidad, en I’m Still Here había un personaje in absentia –al igual que Seymour, el hermano mayor de la familia Glass– que manejaba los hilos desde la oscuridad; los hombres sobrecargados de Joaquín Phoenix llevaban consigo un fantasma que terminaba por ser depositado en su lugar originario, en el río junto a su padre.

La exposición audiovisual Shadow sigue un orden inverso al de I’m Still Here. No busca deconstruir el signo estrella, sino rearmarlo, a partir del constructo público River Phoenix. Para Slater Bradley, figuras como Michael Jackson o Kurt Cobain se conciben como proyecciones ideales de un yo personal. Coincide de lleno con la teoría de Edgar Morin acerca de las estrellas, sustitutos de los dioses clásicos que catalizan y, a la vez, organizan el pensamiento y sentir de cada generación. Phoenix, al igual que James Dean, murió joven a causa de las drogas, pero también portaba consigo una ideología ecologista, un sueño optimista de futuro, de cambio.

Un vídeo comienza con una figura que se aproxima a cámara en medio del desierto; se para y, en plano medio, apenas percibimos los rasgos de un rostro oculto que mira a las estrellas. Ha tenido lugar la aparición de un fantasma hecho carne. El cuerpo de Ben Brock es doppelgänger del autor pero también médium a través del cual se pretende resucitar a un muerto. La star cinematográfica (como aquellas observadas en el firmamento) se compone, según Morin, de la suma de actor “natural” (personaje), actor “tipo” (registro) y no actor (cuerpo). De los tres, Bradley no posee acceso únicamente al tercer componente. La exhumación de un cadáver etéreo sólo puede realizarse a través de un doble intercalado entre creador e ideal. De ahí que en un momento dado la figura de Brock se doble en dos, un par de sosias que se acompañan en un vasto infinito. La trama del último rodaje de Phoenix, Dark Blood, se desarrollaba en una verosímil apocalipsis de carácter climático. En esos mismos decorados, el fotógrafo de aquel filme inacabado, Ed Lachman, intenta capturar a través de una sombra la leyenda. El culmen especular se alcanza cuando vemos al verdadero Phoenix retratado en una fotografía de rodaje junto a Lachman mirado por su doble, la meta que se pretende alcanzar reducido a papel, y a ceniza como las fotografías quemadas en la hoguera por Brock/Phoenix de indios desaparecidos de sus tierras. Pero existe otro personaje en esta historia, una niña que bien podría ser otra prolongación del creador, que mira con ojos ingenuos y esperanzadores la llegada del extraño a un terreno baldío y devastado. Este último desaparece en la oscuridad como el cowboy en el horizonte y la niña recibe como regalo un arma cargada de futuro, una caja de música.

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Festival de Cinema d’Autor de Barcelona (29/04/2011)

Un festival que son muchos

El concepto “cine de autor” ha sido manipulado, manoseado, tergiversado y malinterpretado a lo largo de los años. En ocasiones se ha convertido en una mera etiqueta adjudicada a películas supuestamente independientes y/o con aires de trascendencia conceptual, trivializando la expresión y reduciéndola a condicionantes como el presupuesto o la distribución reducida en versión original subtitulada. El Festival de Cinema d´Autor de Barcelona pretende la noble reivindicación de este término considerando la autoría como algo más; como una declaración de principios, como un sello que define un modo de hacer tanto en el fondo como en la forma pero al mismo tiempo se mantiene abierto en cuanto a temáticas o nacionalidades se refiere. La primera edición del festival queda de este modo dividida en cuatro secciones: la sección oficial, la dedicada al cine asiático (ocupando de algún modo el vacío dejado por el tristemente desaparecido BAFF), la de cinematografía de países del este, y por último pero no menos importante la de autoría catalana, todo esto complementado además con un ciclo dedicado al siempre sugerente cineasta canadiense Guy Maddin.

El pistoletazo de salida lo da un videoclip de Maddin, pero el plato fuerte de la inauguración es Pequeñas mentiras sin importancia (Les Petits Mouchoirs, 2010), último largometraje del joven director Guillaume Canet y una de las películas más taquilleras en Francia en el año 2010.  El filme de Canet se nos muestra como una especie de fresco costumbrista vacacional de treintañeros franceses socialmente acomodados; el retrato coral de un grupo de amigos que por momentos (muchos) puede recordar a películas como Reencuentro (The Big Chill, Lawrence Kansdan, 1983) o Los amigos de Peter (Peter´s friends, Kenneth Branagh, 1992). Canet oscila entre la comedia amable y el drama de buenos sentimientos, explayándose durante los 154 minutos de metraje (en mi opinión algo excesivos) en la complejidad de las relaciones humanas; en la amistad, el amor, el posicionamiento social y la lucha contra la rutina. Los personajes están bien definidos (Canet se toma su tiempo para hacerlo), y aunque la trama parece un tanto confusa al principio (hecho que no tiene porqué ser malo per se), los pequeños secretos que ocultan los personajes se irán desvelando a lo largo del filme permitiéndonos ver que lo único que hay detrás son relaciones humanas, sentimientos y esas pequeñas mentiras sin importancia a las que hace referencia el título. Sólo eso y nada más. Porque el filme de Canet promete más de lo que ofrece, no deja lugar para la sugerencia, la elipsis ni la libre interpretación y acaba siendo víctima de esa absurda necesidad que a veces tenemos los seres humanos de explicarlo todo, incluso lo que no es necesario. Tal vez esta característica sea debida a la influencia del cine norteamericano más convencional, algo que se deja ver también en aquellos momentos en los que la banda sonora actua como potenciador facilón y recurrente de las emociones del espectador, apelando sin demasiada fortuna a la lagrimilla empática mediante melancólicas canciones de Damien Rice. A pesar de todo esto, Pequeñas mentiras sin importancia se deja ver con agrado manteniendo el equilibrio entre la comedia y el drama con relativa habilidad, aunque un poco menos de complacencia y un poco más de riesgo se habrían agradecido mucho más.

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‘La mujer con la nariz rota’ (‘Zena sa slomljenim nosem’, Srdjan Koljevic, 2010)

Puentes que son metáforas, perdedores que son héroes

Las distintas historias que conforman La mujer con la nariz rota están estructuradas en torno al concepto de pérdida. Un intento de suicidio y un bebé abandonado son los puntos de partida de esta historia ambientada en una Belgrado partida en dos que se recupera lentamente del bombardeo sufrido diez años atrás.

La sombra de Robert Altman es alargada y Koljevic no intenta disimularlo: el modo en que dispone las historias entrecruzadas de Gavrilo, Anica y Biljana nos recuerda a Vidas cruzadas (Short Cuts, Robert Altman, 1993), y, aunque el tono se aleja del de la película de Altman, varias son las similitudes que las acercan.

El puente que divide Belgrado y sus continuos e interminables atascos se convierten en la metáfora del futuro y el pasado de una ciudad que, como dice el locutor de radio que actúa como narrador reflexivo e invisible del filme, se ha derribado ya 46 veces. Porque, al igual que cruzar dicho puente resulta difícil, también lo es avanzar y mirar hacia delante, algo que los protagonistas de esta película intentan hacer a pesar de las adversas circunstancias.

Koljevic convierte a sus protagonistas en unos entrañables perdedores con los que el espectador no puede hacer otra cosa más que empatizar, dosifica la trama de un modo inteligente, utiliza fórmulas recurrentes que sabe que funcionan, pero a pesar de todo esto no puede evitar caer en algunos tópicos y visitar algunos lugares comunes de ese cine independiente bienintencionado que de vez en cuando invade las carteleras. A pesar de todo esto la habilidad del director narrando historias y humanizando personajes hace que la película se vea con agrado y simpatía. Porque no nos engañemos, Koljevic podría haber ido a parar al otro extremo. Una ciudad convulsa y herida como es Belgrado se presta a un drama extremo, sin resquicio alguno de esperanza para sus personajes, y es de agradecer que esto no haya sucedido.

En un momento determinado de la película, Gavrilo, el taxista bosnio interpretado convincentemente por Nevojsa Glogovac, dice una de las frases que dan sentido a este filme: “Si no tienes cicatrices es como si no hubieras vivido”. Probablemente dicha sentencia defina a la perfección el pensamiento de Koljevic, ya que son las cicatrices (tanto físicas como psicológicas) las que en el fondo humanizan y dan sentido a todas sus criaturas. Gavrilo es un superviviente, un refugiado bosnio que conduce un taxi para salir adelante, un cordero disfrazado con piel de lobo que tras su armadura hecha de rudeza no esconde otra cosa más que una infinita bondad. Es por eso que se queda con el bebé abandonado, que ayuda a una mujer de nariz rota a la que de nada conoce y le cuenta historias de Bosnia, lugar en donde curan a los árboles clavándoles clavos en el tronco. Una solución extraña y aparentemente ambivalente, como la propia condición de ser humano sobre la que se reflexiona en este filme.

Son los pequeños detalles los que hacen de La mujer con la nariz rota una película interesante. Aunque no sea arriesgada, aunque no sea original ni rompedora, aunque no vaya a pasar a la historia ni se convierta en un hito cinematográfico, es humana. Y eso, en los tiempos que corren, ya es mucho decir.

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‘The Tree of Life’ (Terrence Malick, 2010)

“Holy shit, this trailer alone looks more epic than a lot of full-length films I have seen in my life.”

En Youtube, 59 pulgares en alto avalan este comentario como el más pertinente refiriéndose al tráiler de The Tree of Life, el próximo film de Terrence Malick.

Ciertamente, visionarlo por primera vez produce un arrebato de placer video-musical más directo que el elaborado placer de los largometrajes, mientras que la factura de sus imágenes e incluso la presencia de los inevitables rostros famosos nos recuerdan que estamos ante un tráiler, no ante una pieza de lujoso videoarte.

Este curiosísimo tráiler debería anunciar una película sumamente especial, algo así como una mezcla de Benjamin Button y 2001. Pero también invita a algunas reflexiones sobre su propia entidad, independiente del film del que se erige en muy eficaz reclamo.

En primer lugar, el link que hemos incluido arriba pertenece a una especie de versión beta del tráiler definitivo, este:

al que se han añadido una breve voz en off y algunos fragmentos de diálogo que capan el potencial del tráiler “puro”. Fundamentalmente, lo que cambia a través de la voz y los diálogos es la relación de la imagen con la música, el curioso vínculo que mantienen las imágenes de Malick y la partitura de Patrick Cassidy (copiadita de Bedřich Smetana). Sobre el fondo del silencio, la combinación resulta estimulante y nos recuerda que la música no específicamente cinematográfica (no compuesta para una banda sonora) suele empujar las imágenes del cine a una categoría distinta, forzándolas de alguna manera a sumergirse en sus propias leyes, recordando que la música es un arte (valga la perogrullada) más musical que el cine, pero recompensándolas con un valor nuevo, una profundidad especial alejada de lo narrativo y, al mismo tiempo, aprovechando la propia música el poder magnético de la imagen para saltar las barreras de la escasa concentración con que nuestro cerebro audiovisual suele recibir la música elaborada.

Por cierto, ya corren por Youtube curiosas versiones absurdas del tráiler, como por ejemplo, videos dedicados al tema de Cassidy ilustrados con una pobre sucesión de fotos de la película, y que funciona como curiosa parodia del tráiler y pequeño homenaje al cutrerio youtubero.

En todo caso, hay que recordar que la banda sonora de la película correrá a cargo de Alexandre Desplat, un buenísimo bandasonorista pero que dará a la película un aire más convencional y menos extremo.

En cualquier caso, gran tráiler, misterioso, seguramente un poco vacío, que no apunta casi nada argumentalmente. Un tráiler por lo tanto mentiroso, a diferencia de las descriptivas y machaconas bofetadas de fundidos a negro tipo Capitán América que, sin embargo, no nos engañan acerca de lo que hay, o habrá, detrás de los 7 euritos de la entrada...

Una más que probable dosis de fascismo fílmico anticrisis.

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‘Misterios de Lisboa’ (‘Mistérios de Lisboa’, Raúl Ruiz, 2010)

Seis grados de separación

En su estreno en salas comerciales Misterios de Lisboa abarca aproximadamente unos 250 minutos de metraje y hasta 6 horas en su formato íntegro de serie para televisión de 6 episodios. Ver Misterios de Lisboa supone para el espectador, más allá del hecho de contemplar un film, toda una singular experiencia. Esta afirmación no responde en exclusiva a la extraordinaria (que no excesiva) duración del film, sino a una serie de cualidades formales que colocan el film del chileno Raúl Ruiz en los puntales del cine contemporáneo.

Misterios de Lisboa es el resultado de combinar de forma satisfactoria dos elementos tan aparentemente dispares como la literatura de folletín decimonónica con la más rabiosa modernidad cinematográfica; en manos de Ruiz se consigue una aleación en perfecto equilibrio de proporciones.

A lo largo de Misterios de Lisboa transitan toda una serie de subjetividades, de vidas singulares entre las que progresivamente se van estableciendo mutuas conexiones con acuerdo a una genealogía dramática, como si de actores en un escenario se tratase. Las peripecias de unos y otros personajes comienzan a establecer cruces insólitos dibujando en el film una estructura análoga a una espirógrafo con un centro claramente delimitado e identificable, el omnipresente Padre Dinis. La atención del espectador recae de forma irremediable en este sacerdote portugués de inciertos orígenes que se oculta bajo múltiples identidades para representar un crucial papel en todas las historias que conforman este crisol de vivencias.

En este aparente azar de exacerbados amores y odios, alianzas y traiciones, intrigas y revelaciones se perfila un panorama que propicia el riesgo a caer en fórmulas melodramáticas anquilosadas o incluso en los excesos de la telenovela. Gracias al buen oficio de Ruiz, que además explota los usos de la tecnología digital grabando en HD, estos peligros no sólo son sorteados con eficacia, sino que son reaprovechados por dirección para llevar el film hacia mayores niveles de complejidad narrativa y representacional.

Esta álgebra interna que articula Misterios de Lisboa hace que la propuesta pueda alargarse hasta el infinito sin perder un ápice de interés. Misterios de Lisboa podría incorporar nuevos personajes, nuevas tramas que los vinculen a los personajes ya conocidos, el entramado de vidas podría no tener límites. No habría por qué ceñirse al siglo XIX y más allá de Portugal, Brasil, Francia e Italia podría extenderse por todos los países del globo... Quizá el gran mérito de la monumental película de Raúl Ruiz resida en su capacidad para entender la sensibilidad estética contemporánea empleando una serie de referentes tan, en apariencia, anacrónicos.

Pero el formato, ya en la televisión o en el cine, impone un cierre. Aquí de nuevo confluyen modernidad y tradición para ofrecer un desenlace que, bebiendo de las apreciaciones temporales del escritor argentino Jorge Luis Borges [1], incorpora otra vía que debe ser entendida en sentido excluyente y que enriquece la comprensión global del relato. La resolución a los “Misterios”, lejos de ser conclusiva, abre el relato hacia su propia e inconmensurable naturaleza.

Notas:

  1. BORGES, J. L., “Nueva refutación del tiempo”, en Otras inquisiciones. Madrid, Alianza Editorial, 2008. 
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Los márgenes del cine español

El miércoles 6 de abril de 2011, Luis E. Parés presentó en el Museu d'Història de Catalunya el libroNotes sur l’émigration. Espagne 1960. Apuntes para una película invisible. Una publicación de la Sala d’Art Jove, que ha subvencionado el proyecto. Las primeras palabras de Parés sobre su investigación en torno a la película Notes sur l’émigration. Espagne 1960, de Jacinto Esteva y Paolo Brunatto, me transportaron a una película de cine negro… que arrancaría con la narración de Juan Goytisolo de la presentación en Milán de su libro La resaca, acompañada de la proyección de la película.

“...se oyeron dos explosiones sordas y la sala, bruscamente se llenó de humo. Hubo momentos de pánico, los asistentes corrieron hacia la salida y alguien se desgañitó. ‘Un herido, hay un herido’. Al punto -todo sucedió con una rapidez extraordinaria-, dos enfermeros milagrosamente surgidos nadie sabía de dónde con su equipo de socorro y camilla, transportaron a la presunta víctima afuera, cubierto con una manta. Aunque la escena era absurda, ninguno de los presentes tuvo la idea de detenerles ni de seguir sus pasos hacia la ambulancia. Mientras nos reponíamos de la sorpresa y los espectadores regresaban a las butacas convencidos de que se trataba de una provocación fascista, Brunatto y Esteva Grewe salieron acalorados de la cabina de proyección: aprovechando la confusión, alguien había sustraído la película y había puesto tierra por medio.”

GOYTISOLO, J., En los reinos de Taifa, Madrid, Seix Barral, 1999. Pág. 57-59. Citado en PARÉS, L. E., Notes sur l’émigration. Espagne 1960. Apuntes para una película invisible. Barcelona, Sala d’Art Jove, 2011. Pág. 18.

Me imagino a Parés, cual detective de cine negro, avanzando en la investigación sobre la película desaparecida el año 1961 en extrañas circunstancias. Algunos indicios: después del secuestro Televisión Española emite unos fragmentos del filme, en 1972 la prensa cita su existencia a raíz del estreno de Lejos de los árboles (Jacinto Esteva, 1972) -con 25 minutos de metraje menos, debido a la censura- y, casi treinta años más tarde, Esteve Riambau y Casimiro Torreiro citan Notes… en La escuela de Barcelona (Barcelona, Anagrama, 1999).

Los “apuntes para una película invisible” de Luis E. Parés son la crónica de la investigación y también la promesa de que una película fundamental en la historia del cine español vuelva a ver la luz. Pero, además, estos apuntes son también los de un cine invisible o situado en los márgenes de la historiografía “oficial”. Unos apuntes que Parés ha empezado a escribir a partir de un cuidadoso trabajo, que no hubiera sido posible sin la colaboración con Daría Esteva, hija del cineasta. Durante la presentación Daría nos contó cómo sus ganas de recuperar la película coincidieron con las de Luis E. Parés. Ella había ideado un documental sobre el filme con el ahora desaparecido Brunatto, un filme que nunca se hizo porque una condición era recuperar esos -hoy inexistentes- fragmentos del programa de televisión en que se habló de las Notes... La recuperación de la película, de la que se ha descubierto la existencia de una copia en Roma y una en Lausanne, es sólo un capítulo de unos prometedores apuntes sobre un cine español invisible. Por eso, deseamos que Luis E. Parés siga con su labor de investigación sobre esos poco transitados márgenes del cine español. Algo que ya ha iniciado con su, altamente recomendable, web Filmar el exilio desde Francia.

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¡Bienvenidos!

Aquí tenéis el nuevo diseño de Contrapicado. Por un lado, la revista que ya conocíais renueva su formato. Y por el otro, inauguramos el blog Fuera de campo, un espacio donde queremos seguir de cerca la actualidad, en permanente diálogo con la cartelera y vuestras opiniones.

Como veréis en los nombres de las categorías, queremos seguir tanto los estrenos como aquello que está por venir, dedicando un espacio a los tráilers. Un balance de actualidad que será más directo todavía en el Top, donde a las ya tradicionales estrellas sumamos una valoración con palabras de cada filme. Por último, en la categoría Jump cut, donde os encontráis ahora, podréis localizar todas aquellas ideas de actualidad que se escapen de los canales tradicionales.

Os animamos a que dejéis aquí, en el blog, vuestros comentarios, vuestras respuestas a las ideas lanzadas por nuestros redactores. Queremos conocer vuestra visión al respecto. ¡Adelante con el debate! Y si tenéis cualquier tipo de problema de navegación (funcionamiento de los enlaces, dificultad de las rutas de acceso, etc.) no dudéis en decírnoslo respondiendo a este post. El blog arranca ahora mismo y queremos que funcione lo mejor posible.

Así pues, ¡bienvenidos y buen diálogo de cine para todos!

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