Archivo mensual: noviembre 2013

‘La vida de Adèle’ (‘La vie d’Adèle’, Abdellatif Kechiche, 2013)

Avec le temps

Lo admito: la unanimidad de público y crítica ante el nuevo film de Abdellatif Kechiche en la pasada edición del Festival de Cannes 2013 me despertó escepticismo, aunque me alegré por la Palma de Oro en un momento en que la derecha francesa volvía a cargar contra el matrimonio homosexual. Sí, lo admito, porque los elogios, también unánimes, apuntaban hacia la hermosa y dura historia de amor entre dos mujeres y a esa larga secuencia de sexo explícito. Dudaba, porque la gran mayoría de películas de temática lésbica se centran en el descubrimiento de la identidad sexual, apartando así la mirada de la relación de pareja, y las escenas de sexo o se omiten o parece que cuando follan no follan, sino que se dedican un festival de caricias interminables, todo con un barniz de discreción aburrido e inverosímil. No quise saber más y esperé.

Pero lo admito también: la espera ha merecido la pena y ha disipado mi desconfianza. Con La vida de Adèle, basada en la novela gráfica Le bleu est une couleur chaude, de Julie Maroh, se marca un punto y aparte en el cine lésbico, con una estructura partida en dos capítulos que radiografía toda una relación sentimental y nos atrapa en una telaraña infinita de emociones.

Adèle es una joven estudiante de literatura, desconcertada, que no sabe qué sentir o si aquello que siente es lo que quiere o debe en su entorno social. Un valle de lágrimas y dudas en una latente crisis de identidad sexual. Hasta que se cruza con Emma, una estudiante de Bellas Artes con el pelo azul, un soplo de aire fresco que confirma sus inquietudes sexuales. Kechiche ya había mostrado su interés por la juventud de los suburbios, la educación y las relaciones amorosas adolescentes en su admirable La escurridiza, o cómo esquivar el amor (L’esquive, 2003), siempre con cámara en mano enganchada a los personajes. No le interesa el escenario, sí la verdad física y personal. Con La vida de Adèle ahonda en su estilo y la piel se convierte en la protagonista del film. Y no hablo de sexo, sino de la sensibilidad de gestos, de miradas y sonrisas iluminadas por el cálido sol del atardecer, de caricias. Pero luego está el sexo, y a Kechiche no le tiembla el pulso a la hora de seguir grabando con la misma honestidad y belleza el cuerpo. Al fin sexo creíble y no almibarado entre mujeres. Aún más: la intensidad de las imágenes, alejadas de la exposición pornográfica o gratuita, permanece grabada a fuego; una intensidad necesaria para abrazar la segunda parte del film.

Porque pasa el tiempo, que todo lo barre, y el enamoramiento, la seducción y la excitación dan paso a la desconfianza, los celos, el llanto, la incertidumbre, la ansiedad, la incomprensión, la soledad. Pasa el tiempo y Kechiche sitúa a sus protagonistas en ese estado de madurez ineludible, donde la luminosidad de los primeros días empieza a apagarse y la relación se tambalea poco a poco. El recuerdo del erotismo y la pasión queda atrapado en los cuadros de Emma, con una omnipresente Adèle. Pero donde hubo fuego, quedan cenizas. Reducir la película a las escenas de sexo, por su revolucionaria sinceridad, es simplista, pero no valorar la grandeza de las mismas en el conjunto de la historia y de la película es aún peor y supone no comprender la profundidad de esta relación sentimental. Sin la entrega total de los cuerpos femeninos al placer (unas maravillosas y sacrificadas Adèle Exarchopoulos y Léa Seydoux), la desgarradora secuencia del reencuentro en el bar, donde la sangre bombea todo el cuerpo y la cámara de Kechiche recorre manos, labios, lenguas, no nos golpearía con la misma fuerza. Se perdería el sentido y la esencia de esta relación amorosa. Pero no hay vuelta atrás: el tiempo desgasta y sentencia un final irremediablemente doloroso.

Ha pasado tiempo desde Cannes y parece ser que ahora, tras unas declaraciones de las actrices, la intensidad del film se traslada a la vida real con unas recriminaciones hacia Kechiche. Nos importa bien poco y no empaña en nada la grandeza del film. Seguirá pasando el tiempo y la cisura que provocará ver La vida de Adèle será comparable a escuchar Avec le temps, esa chanson de Léo Ferré aunque interpretada por Abbey Lincoln. Con el tiempo, todo se va, todo se va. Y la vida sigue.

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L’Alternativa 2013 (23-24/11/2013)

L’Alternativa, un festival sensato

El festival nos espera el año que viene, durante este transcurso las oficinas volverán a trabajar y seleccionar en los circuitos el plantel de películas del año próximo. La mayoría de los festivales han sufrido recortes de presupuesto. Por ello el buen criterio, la capacidad de ver y discernir con sabiduría y sensibilidad en estos momentos se hace más patente si cabe. El sentido, la sensatez creo que han sido los criterios a destacar en esta Alternativa. Lo menos ha sido más. Así me ha parecido en las selecciones de las películas de este festival, un pequeño pero bien apuntado grupo de trabajos –sobre todo en los largometrajes–, unas secciones coherentes con los recursos disponibles y abiertas, ofreciendo variedad y diferentes estilos pero con un criterio claro sobre todo en la capacidad pictórica de muchas obras, y no me refiero solamente a los cortometrajes de animación, también a la fotogenia y la propuesta plástica de los filmes. La competición de largometrajes ha tenido, creo, de todo: películas con gancho, premiadas y con recorrido en festivales, buques insignia como Leviathan (Lucien Castaing-Taylor y Verena Paravel) o Museum Hours (Jem Cohen), y filmes brillantes como la ganadora La extraña gatita (Das merkwürdige Kätzchen, Ramon Zürcher), una película que desde luego desvela un estilo muy personal, un juego de miradas que rayan el absurdo, como el absurdo y la locura de It’s Such a Beautiful Day (Don Hertzfeldt), una proyección libre, divertida y locuaz. Me pareció muy acertado el premio de guión de 36 para el cineasta tailandés Nawapol Thamrongrattanaritt… una película de una rentabilidad prodigiosa, de un buen dominio del tiempo y de un excelente juego con los esenciales del Cine: tiempo, fotogenia, plano.... Fóra (Pablo Cayuela y Xan Gómez Viñas) es un encuentro y un descubrimiento de película, creo que también lo fue para sus autores. Film de revisión y de muy buen criterio por parte del festival, como el caso de El invierno de Pablo (Pablo’s Winter, Chico Pereira), o El pas del riu (Lluís de Sola), el film ganador en la sección Panorama. Es por estos detalles por los que valoro la composición del festival. No me refiero a estas películas por su contenido social –político podríamos decir–, son filmes con pocos recursos pero con una honda capacidad de rentabilizar los detalles de lo humano, de lo que hay detrás de lo que hacemos, y llevarlo a Cine… y mostrar cómo los restos del pasado nos diseccionan el presente y el Cine lo recoge. Películas que nacen de un pequeño encuentro y que luego se hacen grandes. Me gusta ver cómo el trabajo casi artesanal, pero con todos los elementos del Cine, se encuentra en festivales con buen criterio. Películas humildes pero con bisturí profundo. Má Raça (André Santos y Marco Leão) y Soles de primavera (Stefan Ivančić), los cortometrajes premiados, están realizados bajo una rentabilidad de guión y un discernimiento sobre el tema, y sobre todo la forma. Esos planos cortos en ambos filmes, una cámara viva, la luz… miradas íntimas y guiones simples.

Museum Hours, premio al mejor film por el jurado, pone en juego la mirada de un film de talante más clásico pero con un rigor y peso en la forma cinematográfica muy grandes. Decisión acertada por el empaque de esta película. Y a modo de conclusión, Fóra, como nota personal, la película de Pablo Cayuela y Xan Gómez Viñas, descubre un lugar (el psiquiátrico gallego de Conxo en Santiago de Compostela) y desde el espacio –los problemas para grabar las estancias ya es un síntoma– nos encontramos con las prohibiciones… y, en un nuevo caso de síntoma, con las historias tapadas que hay detrás de ellas. Es la misma historia a modo de espejo de un país, el nuestro, con un legado muy oscuro (fascista, no tiene otro nombre). La locura no sólo estaba dentro de esos muros, probablemente era mucho menor a la que existía fuera de ellos. España tiene una historia de robo de niños a madres sin recursos, psiquiátricos cárcel –hubo muchas personas recluidas en centros de este tipo por ideas políticas…– y cadáveres en las cunetas, venganzas de vencedores y creación de un estado excluyente. El centro, su capacidad simbólica, desnuda una realidad que nunca se fue: la opresión, la muerte… la explotación. No desarrollo más la línea expansiva de Fóra (Fuera), creo que queda claro. Lo dicho, esperaremos de nuevo al festival el año que viene, un espacio sensato y necesario. Y que cumplas muchos más.

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L’Alternativa 2013 (21-22/11/13) (2)

Tres filmes, tres estilos

En la Sección Oficial de Largometrajes, munición pesada: 36 (Nawapol Thamrongrattanaritt), La extraña gatita (Das merkwürdige Kätzchen, Ramon Zürcher), Bellas mariposas (Salvatore Mereu)… El cine tailandés propone una extraña afiliación mística, o etérea; hablo de Apichatpong. En esta bobina confeccionada en 36 cortes me imagino la edición y la pantalla organizada como si fuera una hoja de contactos, que es lo que realmente pierde el personaje central de la película: la fotógrafa. Es una película etérea, sólo tiene imágenes de aire. Los planos son entre enteros y generales, alguno medio… hay nubes y sobre todo un tiempo preciso para contar la historia, la historia que no pudo contar la fotógrafa con sus imágenes que perdió. Es una película que habla de la fotogenia a través de los espacios, espacios que desaparecen. Nos podemos quebrar la cabeza sobre sus sentidos, pero es una película bella de imágenes mínimas.

Bellas mariposas, película clásica de cine independiente, con suficiente presupuesto. Se acerca, en el contexto de la infancia, primera pubertad, a la vida de dos amigas que se besan por primera vez y se quieren, han pasado de amigas a algo más, pero libres, porque no quieren ser como los demás, en un mundo fantástico pero caníbal. Hijas fabuladas del mismo padre, o no, viven en viviendas-guetos en Cerdeña. Un espacio caníbal lumpen donde intentan sobrevivir, el sexo está en el aire, los tabúes de follar y ser follada, la virginidad. Toda la película circula en esa atmósfera carnal y escatológica. Ellas miran a cámara y hablan con el espectador en esta historia narrativa de huidas hacia la belleza, la verdadera alma de estas niñas púberes que ya vuelan –es ahí donde nos llevan las imágenes natatorias en las aguas del Mediterráneo–; volar y surcar las aguas, el cielo, libres: “yo quiero ser virgen”, le repite a voces a su padre mientras se escucha Mambo italiano. Y vuelan para no dejarse atrapar.

La extraña gatita: película de tiralíneas visuales, de espacios mínimos y de interrelaciones codificadas. El plano de los Straub, su imagen sobria y de teatralidad extrema, se deja notar en esta película, sobre todo en la representación de los retratos humanos. La película tiene capas y capas de inteligencia fría… de personajes que nos engañan, que intuyen o que nos hacen creer. Una propuesta mágica en una casa, pequeña, donde hay una acumulación de personajes sin espacios que se pisan, literalmente, o se buscan – como deja entrever su principal protagonista. El film tiene momentos de extrañeza magistrales en busca de algo que no sabemos si ocurrirá. Y sobre todo la rentabilidad de la luz. Cómo transcurre la historia durante la luz diurna y cómo la familia se despide en la oscuridad de la velada. Se van los primos a sus casas, se acaba el día. Pero si las relaciones y códigos nos han ido atrapando, lo que realmente resulta extremadamente nuevo es la relación que tienen los animales en esta película, el espacio que ocupan, lo que hacen, hacia dónde generan intriga, qué nos querrán decir y la fantasía cotidiana que resulta de ellos. Los animales, en particular el perro, los pájaros en la ventana, una polilla y sobre todo la gatita han estado presentes en todos los planos, que nos podían haber planteado un supuesto nudo. La abuela, una mujer mayor y cansada, siempre se queda dormida: ¿acaso se morirá?… La gata se va a los espacios tranquilos, se acerca a los seres tranquilos, también identifica la llegada de la muerte en muchos casos. La relación que tienen esos momentos y cómo ha jugado con ellos el director plantean instantes enigmáticos. Sabemos que esa casa no es muy grande, está el pasillo, la habitación… un lavabo. El cine es eso, saber utilizar la capacidad de generar imágenes de la cámara y dónde colocarla. Desde luego este film tiene muchas lecturas y sugerentes preguntas cinematográficas. Un acierto.

Dos animaciones para dos cortos, uno de Panorama y el otro de la Sección Oficial: Bajo la almohada (Isabel Herguera), formidable, y el que todavía me ha parecido más formidable por su capacidad de pintura animada, el vasco Hotzanak, For Your Own Safety, de Izibene Oñederra. Sinceramente los dos cortometrajes de animación que más me han atraído. La propuesta de Euskadi juega con tres colores básicos (blanco, rojo, negro… amarillos en menor medida) y con líneas fuertes, rasgadas, dibujos grotescos y guturales, casi en la náusea, grafías viscerales y con olor a pared de servicio, un grito de putrefacción apropiado y artístico. Estos cuadros animados que ondean en el videoarte pictórico se confeccionan como verdaderas propuestas de cine de animación con un carácter evidentemente experiencial, generan espacios trauma que provocan una reacción clara en el espectador.

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L’Alternativa 2013 (21-22/11/2013) (1)

Cine verdadero

He visto una película, he tenido un sueño… evoco a Luther King. Alzo mi voz como una alabanza, un encuentro. En la sección Panorama, El invierno de Pablo (Pablo’s Winter, Chico Pereira) es una película verdadera, unos ochenta minutos de redención, llena de emociones escondidas y mucha consciencia. Una película que me ha reconfortado enormemente. La identidad de los personajes, sobre todo de su personaje central Pablo, no sólo identifica a una persona jubilada y mayor, minero, también toda una forma de cultura castellana, dura, difícil, de una personalidad pétrea, descreída, con un no en la boca para dar la bienvenida. Pueblo apaleado por señores, terratenientes y curas, y empresarios agropecuarios. Trabajadores duros del campo y de la mina también, y todos engañados. Un lugar áspero de inviernos helados y de veranos secos y extremos. Carácter de pocas palabras que va cambiando por erosión a largo plazo, como el agua que pasa por las piedras. Almadén (Ciudad Real), clima mesetario, mineros de Almadén, minas de mercurio, la vida de Luis y su señora Josefa Cerrato, abuelos, y él que no quiere dejar de fumar, que no quiere que le digan qué hay que hacer aunque sea por su bien –quizás porque ha obedecido tantas veces, “ya pá lo que me queda”–, bajo un estado de resistencia visceral. Muchas veces le escuchamos un “déjame vivir”… Pero, eso sí, ya piensa que después de cinco infartos y de tener unos pulmones más negros que un tizón, lo mismo es que hay que ir cambiando. El devenir diario y sobre todo el tiempo de la película para ir mostrando la evolución sincera del personaje a través de sus relaciones y su salir al mundo, una evolución lenta y muy suya, detrás de la piel áspera tiene su corazón que le palpita cuando ve la mina, cuando nos cuenta la lucha obrera… Poco a poco el personaje va limando asperezas pero sin que se lo digan, él comienza a dejar de fumar… no ser tan huraño, ver a los amigos… ir al centro social, enseñar a montar en bicicleta a un niño, y descubrimos sus adentros sobre la barqueta de un tren de mina, que baja a las entrañas de la tierra que también son las suyas. Desde las ruinas y desde el interior de la piedra, como el carácter, descubrimos que fue minero y que luchó contra el cierre de la mina. Sobre todo la película se centra en Pablo para describir todo un panegírico de forma de vida, una cultura del interior, manchega, de resistencia.

Otra noche en la Tierra (David Muñoz): como ya llevó a cabo Abbas Kiarostami en Ten (2002) y recreando el film de Jim Jarmusch Noche en la Tierra (Night on Earth, 1991), un automóvil, más exactamente un taxi, te puede llevar a todos los rincones del alma de una ciudad, incluso de un país, a través de las reflexiones de sus conductores y pasajeros; en este caso, el clima de la “revolución” egipcia, si se puede llamar así, y los problemas que achacan a la población: economía, cultura, la situación de la mujer, Mubarak, los militares, Occidente, los Hermanos Musulmanes: todo lo que ha acontecido en el país árabe, y siempre las aguas del río de la vida –como El río (The River, Jean Renoir, 1951)– están ahí una y otra vez para presidir los cambios humanos. Los taxistas vuelven, atravesando sus aguas en una falúa, a su descanso, tras llevar a cabo una tarea que siempre fue nocturna. El Cairo se nos ha mostrado siempre de noche, cuando parece que reflexiona sobre lo que aconteció de día, y el amanecer nos despierta con las voces ampliadas de la megafonía de la plaza Tahrir que navegan por las aguas del Nilo.

La jungla interior (Juan Barrero) habla del nacimiento del primer hijo, que nos lleva al desnudo de la vida, la del protagonista y la de su pareja, la Gala… y ahí se queda la cosa. De vuelta del viaje a la selva, el externo, el viaje a la selva interior, un nuevo mundo y no el de Darwin aparece ante él a la vuelta. Ha germinado en la tierra el semen de su polla y ella lo ha recogido y se ha regado y así creció la yerba y el fruto. En la casa de la Tita también la Historia de nuestro “democrático” país, una vez más los asesinos falangistas. La Tita, que era lesbiana y no quería casarse, tuvo una novia pero los fascistas son el mal, el de la Inquisición española, y como eso no era moral, para su moral oscura y enferma… qué iba a hacer ella, que pasó por loca y vivió sola y escondió a gente para que no los fusilaran. Del plano cerrado pasamos al mapa del cuerpo humano de la mujer encinta. La piel y las estrías de la Gala, una hermosa mujer, un hermoso cuerpo que se muestra sin maquillaje y con dolores… Desde el diario vital cinematográfico, como Jonas Mekas, aquí nace otro ser que sale por el coño de su madre y se ve. Hermosa película.

Debemos hablar también de los cortos que nos han dado la bienvenida en Panorama. El vacío (Ramon Balcells), cortometraje que proyectaron antes de El invierno de Pablo, parecía el tiempo del largometraje que adelantó. De un pequeño detalle, un mundo, cortometraje de soledades y vidas sin identificar por haber tomado un solo camino –si se pueden tomar más caminos en la vida, demonios–. A Raia (Iván Castiñeiras) es un corto documental etnográfico de la frontera de España y Portugal… Fernando y Pepe, Fernando el portugués, Pepe el español, hacían negocio (contrabando) cuando existía la frontera; 20 años de amigos y de historias, y, desaparecida la frontera, dejaron de verse. Que se encuentren… dos retratos ibéricos.

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L’Alternativa 2013 (19-20/11/2013)

Entre dos aguas

Comenzó oficialmente L’Alternativa con la proyección en la sección de largometrajes de Leviathan (Lucien Castaing-Taylor & Verena Paravel, 2012). Mascarón de proa de este festival que corta las aguas por donde navegarán los diversos films. Este navío pesquero se erige como un buen maestro de ceremonias, contundente en su imagen; ya comentamos en el festival IndieLisboa los valores y probablemente la tendencia que podía generar en próximas películas (leer el texto).

El arranque caníbal de Leviathan dio paso a A batalha de Tabatô (2012), que no nos brindó el mismo impacto, al menos con la imagen, pero cuya capacidad para llegar a un sinfín de circuitos es excelsa. El film portugués firmado por João Viana profundiza en el turbio pasado colonial del país, las guerras de independencia y los recuerdos de Baio, un soldado de Burkina Faso que combatió en el bando de los represores portugueses contra sus hermanos revolucionarios-independentistas en la liberación y proceso de creación de la identidad nacional de la antigua colonia. Una lectura más de las heridas abiertas de Portugal, y de las vidas truncadas de un pasado oscuro, eso sí, con un final redentor... quizás excesivo.

No me voy a detener a destilar It’s Such a Beautiful Day (Don Hertzfeldt), porque me encantó la locura surrealista y abrupta de ideas; quiero más de estas películas juego –es más, habría que abofetear constantemente a los espectadores para despertarlos de esta manera–. Para continuar este viaje, una película delicada y sutil, Tzvetanka (Youlian Tabakov), a través de la vida de una mujer longeva, con detalles estéticos que sirven de transiciones a las distintas partes, toques naif y mezclas de instantes y tiempos cinematográficos; con un montaje muy acertado y dinámico, sobre todo en su banda sonora. Por delicadas imágenes descubrimos y conocemos el siglo XX búlgaro desde el salón de una casa, los ventanales y terrazas de una torre desarrollista –construcciones públicas de los estados socialistas– con unas maravillosas vistas a los bosques de la ciudad de, parece, Sofía. Una película que me ubica en un espacio identitario, la torre, los edificios de viviendas públicas de construcción en los 70s… De una torre en el fin del mundo, o de una vida en el fin del mundo o del tiempo me llegan las imágenes de A Nossa Forma de Vida (Pedro Filipe Marques, 2011), aquella película portuguesa –que tuvimos el placer de ver en el DocLisboa del 2011 (leer el texto)– que retrataba a dos jubilados, una pareja en su octavo piso, un edificio de plantas en el fin del mundo, el Finisterrae, a las afueras de Oporto, que con sus comentarios dibujaban esa extraña pareja que es o ha sido: el comunismo y el capitalismo en el siglo XX. Son vistas desde la terraza de torres extrarradiales levantadas a golpe de ladrillo y de protección oficial, mirando siempre hacia el horizonte: en este caso marítimo, en el caso de Tzvetanka, arbóreo.

En la sección Curts, tanto el martes como el miércoles se ofreció un amplio abanico de cortometrajes, de diversa factura: animación, ficción, material de la realidad, incluso found-footage, o más bien remontaje, como la película G/R/E/A/S/E, de Antoni Pinent, todo un cuadro plástico irreverente y erótico-festivo con el sonido de Dirk Schaefer, compañero de viaje de los found-footage de Matthias Müller, autor que no hace mucho pudimos ver, y conocer, en el Xcèntric. El cómputo general de cortometrajes, en estas dos primeras entregas (Curts 1 y Curts 2), nos ha revelado el eclecticismo de esta propuesta en el festival, con trabajos de nuevo cuño en la animación como la destacable Sonntag 3, de Jochen Kuhn, una fábula existencial del poder donde la canciller alemana Angela Merkel se desnuda ante nosotros en su afán amoroso… un pequeño juego de sinceridad existencial e intimismo de alcoba. Soles de primavera, de Stefan Ivančić, es una mirada a los paréntesis del verano, esos momentos perdidos donde al final del camino encontramos a los amigos mirando al sol, tirados frente al agua, jugando y sincerándose entre chapuzones en la orilla del Danubio. El tiempo estival da sobre todo para conocernos. Este verano, el que escribe también estuvo en Belgrado y se encontró con una ciudad llena de gente joven que quiere hacer un montón de cosas, una ciudad, ese primo lejano, que Europa ha tenido castigada y sin postre.

Otro clásico apareció por L’Alternativa, Nicolas Provost con Tokyo Giants, un juego más de su amplio repertorio de engaños en donde con material documentado del devenir de las calles de Tokyo inventa un psycho-thriller postmoderno en medio de la deriva de consumo y bajos fondos de las calles de la capital nipona. Aparecen Trespass (Paul Wenninger), un juego de soledades más, y el juego de la soledad por excelencia, Resistente (Renate Costa Perdomo & Salla Sorri), el corto mejor anclado en el tiempo –si es eso el cine, el tiempo de las imágenes–, donde un ermitaño moderno nos cuenta su devenir solitario y su espera ante la muerte –de nuevo hemos podido degustar este pequeño trozo de cine puro en 20 minutos–: un canto de luz tenue que se balancea, navega entre sombras selváticas y sombras de techumbre, entre la maleza del bosque y el libro La búsqueda, que acompaña en estas horas finales al creyente, el viejo D. Alberto Bonet… Maravillosa.

En la sección Panorama, Otel·lo (Hammudi Al-Rahmoun Font) reconstruye entre bambalinas el trabajo de un grupo de actores con el director del ensayo. Todo es un juego dramático entre actores llevado a cabo por los chicos de la ESCAC (Escándalo Films), muy bien llevado, el tiempo y la imagen notables; pero encuentro excesivas estas apuestas, necesito aire libre y cine sin corsés. Dime quién era Sanchicorrota (Jorge Tur Moltó) me pareció deliciosa y sin corsés: cercana y reconstituyente película de viaje, retratos, encuentros y descubrimientos, y heridas abiertas… no soy analítico con esta película y eso está bien, de vez en cuando.

20 años no es nada y me he regocijado hasta llenarme de dos películas alemanas de mis amores, y perdonen los ortodoxos de los títulos El amor es más frío que la muerte (Liebe ist kälter als der Tod, Rainer Werner Fassbinder, 1969) y Mi enemigo íntimo (Mein liebster Feind - Klaus Kinski, Werner Herzog, 1999). De la primera me quedo con una frase de Fassbinder: “robar un banco es ético si vas a hacer una película”. La obsesión intranquila, malsana del joven Fassbinder por reconstruir la vida, incluso la historia de un país destruido como su alma, Alemania (1945)... todo valía la pena para crear y correr, murió a los 37 años de edad (1982) por una mezcla de cocaína y barbitúricos después de realizar Querelle (Un pacto con el diablo), adaptación de la novela de Jean Genet. La fotografía de Klaus Kinski intentando degollar a Werner Herzog la he tenido durante años en mi habitación, Klaus siempre tuvo razón. Él, que fue un degenerado, sabía que Herzog también lo era y además se las hacía pasar de jefe… había que matarlo. La mirada del actor alemán, esos ojos maníacos y el gesto desencajado siempre me han perseguido e invariablemente los he relacionado con Werner Herzog, mucho antes de conocer la amplia trayectoria del director alemán. Mi enemigo íntimo siempre ha sido una de mis películas favoritas por lo que hay de autorretrato del ego, y no me refiero a Klaus sino, y sobre todo, a Herzog.

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L’Alternativa 2013 – Apertura

20 años después llueve

Se abre un año más L’Alternativa, 20 años cumplidos, con una filosofía intacta: arropar las nuevas tentativas del cine y su libre aroma. Cines nuevos, para un nuevo tiempo, el que nos atañe pero que ha procurado recuperar, siempre bajo el manto de las producciones mínimas, el Cine básico y esencial, el Cine de conocimiento.

El festival nos ofrece este año una razonable selección de películas y una compilación a modo de regalo, de filmes esenciales que hacen del festival el referente de lo otro, la otra forma, lo que se puede hacer bajo la mirada inquieta y viva de un nuevo pero verdadero Cine… La casa Emak Bakia (Oskar Alegría, 2012), o Mercado de futuros (Mercedes Álvarez 2010) son un ejemplo de esa nuevas ventanas abiertas que ha ofrecido el festival hasta la fecha. Filmes que se proyectarán en el ciclo aniversario del Festival (L’Alternativa Paral·leles), que abrió el lunes por la tarde con otra película germen, Alicia en las ciudades (Alicia in den Städten, Wim Wenders, 1974), de la carrera del director alemán, y que mañana seguirá con el festín de la maravillosa y locuaz ópera prima del malogrado Rainer Werner Fassbinder El amor es más frío que la muerte (Liebe ist kälter als der Tod,1969). Esta fiesta de cumpleaños ofrece toda una cuidada selección de los mejores frutos de grandes autores del cine europeo, en su cariz más independiente: La ville Louvre (Nicolas Philibert, 1990), Le fond de l’air est rouge (Chris Marker, 1977), El dinero (L’argent, Robert Bresson, 1983)… Alain Cavalier (La rencontre, 1996), Raymond Depardon (10è chambre - Instants d’audience, 2003), Werner Herzog (Mi enemigo íntimoMein liebster Feind - Klaus Kinski, 1999), Philippe Garrel (J´entends plus la guitare, 1991)… También una película única, la del gran fotógrafo español de postguerra Ramón Masats –imprescindible su serie de fotografías de sociedad en la España franquista y de fotografías taurinas–, la sugerente La Osa Mayor menos dos (2008) de David Reznak y la divertida obra de György Pálfi Hukkle (2002), un amplio y variado surtido a modo de delicado ofrecimiento a los invitados. Más allá de la onomástica, el festival abre la competición de largometrajes con la ampliamente galardonada Leviathan (Lucien Castaing-Taylor y Véréna Paravel, 2012), mejor película del IndieLisboa, y con la también competidora, que pudimos disfrutar en el mismo festival, A batalha de Tabatô (João Viana, 2013). A ellas se suma Museum Hours (Jem Cohen, 2012), otro de los habituales filmes de este año en el circuito de festivales. Junta a estos filmes, el excelente Resistente (Renate Costa Perdomo y Salla Sorri, 2012) en la competición de cortometrajes, junto con una buena selección de trabajos nacionales. Este año, en la sección Panorama se amplia la participación nacional con más largometrajes y cortometrajes de diversa autoría y propuesta artística, abierta como el festival a tendencias de toda índole. Estas tres secciones conformarán las sesiones diarias en el Auditori del CCCB y el Teatre, mientras que en el Hall y la Sala Raval se desarrollarán proyecciones y sesiones interactivas, charlas, coloquios, también colaboración y exposición de trabajos con las escuelas de cine, etc. En la Filmoteca y en el Instituto Francés se ampliará la oferta, acompañando los 20 años de L’Alternativa. Todavía llovía en Barcelona tras la inauguración del festival en el Auditori del CCCB, y el concierto que cerraba la noche nos ponía banda sonora a los ecos de las imágenes de Alicia en las ciudades. Hemos tomado ese auto y el camino, el primer film de la trilogía road movie de Wim Wenders (junto a Falso movimientoFalsche Bewegung, 1975– y En el curso del tiempoIm Lauf der Seit, 1976–), y seguimos la carretera de lo desconocido, a expensas de lo que nos deparará el festival. De momento hemos contemplado las distintas ciudades al volante vagabundo de Rüdiger Vogler, actor alemán fetiche de Wim Wenders y del aprecio de Basilio Martín Patino en Madrid (1987), uno de los invitados a L’Alternativa en el 2011. Las imágenes ya han partido y nos invitan a llevar a cabo el viaje, hacia un lugar, aún no lo conocemos, al igual que las ciudades que no recordaba Alice. Ese es el nuevo viaje de L’Alternativa que cumple 20 años bajo la lluvia.

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‘Michael H. Profesión: Director’ (‘Michael Haneke – Porträt eines Film-Handwerkers’, Yves Montmayeur, 2013)

Buscando a Haneke desesperadamente

Un chico sostiene un cilindro metálico (se trata, en realidad, de una pistola de pistón, utilizada para dejar inconsciente al ganado que será sacrificado en un matadero) frente a una chica que le reta a disparar. Él recoge el guante y lo hace. La chica cae al suelo. Escuchamos sus gritos en fuera de campo, mientras el chico la arrastra hasta terminar con su sufrimiento con un segundo disparo. Se trata de una de las escenas más crudas de El vídeo de Benny (Benny's Video, Michael Haneke, 1992), una más de las muchas escenas crudas que Michael Haneke ha arrojado contra su público. Y se trata también de la apertura de Michael H. Profesión: director, un documental realizado por Yves Montmayeur, responsable habitual de los making of y de los extras de los DVDs del realizador austriaco, recientemente galardonado con el Premio Príncipe de Asturias de las Artes.

A continuación de esta secuencia, vemos un plano muy corto de los intensos ojos que presiden el rostro de mago artúrico de Haneke. Hay un sabor de venganza en el hecho de enfrentar a este director con las imágenes producidas por él mismo, unas imágenes que han llevado a algunos a definir sus películas como "sádicas" o incluso a calificarlas de tortura [1]. Más adelante, el propio Haneke confesará que, en el cine, "el espectador es la víctima del director". Y, como si sintiera la presión de esa acusación y la necesidad de justificarse, acto seguido asegura que en cada una de sus películas siempre ha tratado de crear imágenes verdaderas.

Será uno de los pocos momentos en que le veremos hablar directamente sobre su obra. En su intento de comprender mejor a Haneke, Montmayeur topa con la negativa de este a dar claves sobre su trabajo. "No me obligues a autointerpretarme", dice el director, consciente de que cualquier explicación que venga del autor reduciría el impacto de una obra que de forma muy consciente se plantea como pregunta y nunca como respuesta.

Ante esta oposición, Montmayeur se refugia en el material que más a mano tiene: el rodaje. Y ahí es de donde extrae los momentos más sorprendentes de su película. Momentos en los que vemos a un Haneke juguetón, cariñoso y cercano a sus actores, que contagia su entusiasmo al resto del equipo en el rodaje de la primera escena de Código desconocido (Code Inconnu, 2000) o muestra a los actores cómo deben interpretar, tirándose por el suelo si hace falta. La escena en la que le vemos sustituir a Jean-Louis Trintignant en la secuencia del sueño de Amor (Amour, 2012) es especialmente efectiva.

Esta dedicación a los actores viene reafirmada por las entrevistas de varios de los intérpretes que han actuado para él. Isabelle Huppert se deshace en elogios, como también lo hacen Juliette Binoche, Susanne Lothar o Jean-Louis Trintignant. Aunque este último también suelta algún palo cuando afirma que él y el resto de actores y técnicos tenían miedo del director cuando rodaron Amor. No se nos escamotea la visión del Haneke que imaginábamos: controlador y obsesivo hasta el extremo y que llega a perder los nervios con algún actor en su búsqueda incesante de la perfección. Pero, a pesar de todo, esta no es la imagen que domina.

Estructurado de delante hacia atrás (empieza por Amor, para ir retrocediendo en el repaso a su obra), el documental pasa de puntillas por los primeros largometrajes del director (anteriores a Funny Games, 1997), que habrían tenido mucho interés por menos conocidos que sus trabajos más recientes, y en muy pocos momentos llega a ofrecernos una mirada profunda a su obra o su persona. Las escenas de rodaje o algún momento en que vemos al director localizando son curiosas, pero, excepto en momentos contados, Montmayeur no logra volar más allá del making of y de un tono informativo.

Y sin embargo, el documental es un interesante repaso para poner en perspectiva la obra de uno de los cineastas más relevantes del momento. Las grandes constantes del cine de Haneke (la alienación, el sufrimiento, la espectacularización de la violencia, la desnaturalización del discurso fílmico) se encuentran más en los fragmentos de las películas que vemos que en cualquiera de los demás recursos aportados por Montmayeur. De forma involuntaria, el documental se vuelve así en una invitación a buscar la verdad de la obra de Haneke, no en sus palabras, sus gestos o sus miradas, sino allí donde él quiere que la busquemos: en sus películas.

Notas:

  1. Bret Easton Ellis, por ejemplo, dijo tras el pase de Amor que el filme “es tan sádico como si el propio Adolf Hitler hubiese dirigido En el Estanque Dorado”. Citado en LOUREDA, C., “Paraíso: Amor (Paradise: Liebe), Austria 2012”, Fotogramas: Cine Invisible, 04/02/2012 (leer texto). 
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