2.4 Rehacer: Las variaciones Ozu o el refinamiento continuo de un estilo

Hay en la literatura sobre Ozu una cierta tendencia a atribuirle remakes de sus propias obras. A decir de algún comentarista, es una práctica que caracteriza la parte postrera de su filmografía, durante los años 50 y 60.[1] Otros autores son menos categóricos y asumen algunos casos evidentes, valga el ejemplo de Historia de una hierba errante (Ukigusa Monogatari, 1934) y su actualización con La hierba errante (Ukigusa, 1959), pero argumentan alguna reserva en otros casos como el de Buenos días (Ohayô, 1959).[2] Donde tantos autores no dudan en señalar un remake de He nacido pero... (Umarete mita keredo..., 1932) [3], Antonio Santos opina que “más que un remake, se trata de una reelaboración de determinadas situaciones expuestas en la obra maestra anterior”, pues no duda de que se trata de dos películas muy diferentes en que “pesa mucho más lo que las distancia que lo que las vincula” [4].

Debo decir que mi opinión se acerca mucho más a esta última y sobre este ejemplo concreto volveré más adelante. En cualquier caso hay una evidencia irrebatible en las reiteraciones que presenta el cine de Ozu. Lo que el inevitable Richie, analista imprescindible en el descubrimiento occidental del cine nipón, denomina recurrencias se enumera y describe en la introducción de su monografía sobre Ozu.[5] Entre otros aspectos, se destacan las similitudes entre los títulos, el reiterado trabajo con determinados actores en papeles siempre muy similares, o incluso el uso de los nombres, como en el caso de parejas de hermanos en que el menor acostumbra a llamarse Minoru.[6] Cuando Zunzunegui habla de la política de remake de Ozu y de una construcción modular de su obra lo atribuye a un aspecto tomado de la tradición teatral del Nô: la tendencia a contar una y otra vez una historia ya conocida.[7] Interpretación desviada hacia lo exótico que relega algo tan fundamental en el análisis sobre Ozu como esa decisiva voluntad unitaria en el conjunto de su obra que convenientemente subraya Richie en su monografía. Una constatación basada en las notas del sempiterno co-guionista Noda Kogo, certificando la voluntad de revisión continua de las producciones previas, concibiendo el conjunto de su obra como una continuidad.

Este último aspecto es a mi entender la clave de bóveda en este asunto, pues permite colegir que una cierta obsesión con el perfeccionamiento constante de su obra lleva al autor a reeditar sus mismas historias, al entender que ha alcanzado mayores cotas de sofisticación y refinamiento en su estilo personal. Así parece haberlo detectado Carlos Losilla cuando habla del caso antes citado de Hierbas flotantes, que considera un remake de vocación literal de Historia de una hierba errante, con media hora más sin ningún añadido importante, sólo por el placer de incluir matices.[8]

No hemos de perder de vista tampoco que el mantenimiento constante de una serie de aspectos temáticos tiene tanto que ver con el gusto e interés personal de Ozu como con las lógicas redundancias que impone el género, exigencia de su trabajo en el seno del sistema de estudios. Adscrito casi en toda su trayectoria a la Shochiku, la casa matriz del shomin-geki, el género ocupado en las historias de personajes comunes en la época contemporánea, no podía sustraerse a la descripción de estos estratos sociales y sus cuitas. Así pudiéramos concluir que lo que Ozu practica no es tanto el remake como la variación continuada sobre una misma temática, abordada desde su obsesión personal por reflejar el estamento familiar.

El hilo del discurso enlaza esta vinculación a la narración de historias contemporáneas con otro aspecto que entiendo fundamental y que la universalidad y atemporalidad que se le supone al señalado como gran maestro del estilo trascendente contribuye a ocultar. Es aquí donde volvemos al binomio He nacido pero.../Buenos días, para destacar la capacidad de Ozu para el comentario crítico del momento.

Así, en el contexto de militarismo y expansión imperialista, no parece casual que la narración de He nacido pero... se inicie con la mudanza de la familia protagonista a los suburbios que expanden la metrópolis tokiota. El carro avanza trabajosamente por un entorno sin elementos reconocibles, pudiendo asemejarse al paisaje agreste de los territorios manchúes anexionados por Japón en el continente. En un relato disfrazado de comedia exagerada, la dignidad de los niños protagonistas contrasta con el sometimiento adulto, encarnado en la figura del padre. Sutil forma de sortear la censura del régimen, que no hubiese aceptado referencias a su política de ocupación de no ser con afán laudatorio, y menos aún una burla a la subordinación absoluta en su modelo jerárquico, como expresa el film dentro del film. La proyección, hábilmente parapetada tras el velo del absurdo, muestra el dominio del patrón sobre el padre/empleado, obligándole a hacer muecas ante la cámara. La injusta situación desencadena la protesta infantil. Obtenida su posición social en la pandilla por la vía de la astucia y la diplomacia, por el valor del mérito, se niegan con su cándida huelga a aceptar la imposición, mostrando un deje de esperanza en las nuevas generaciones. En ese futuro, truncado y ya recuperado con el milagro económico japonés de la postguerra, Buenos días constata un cierto carácter de reflejo especular. Lejos de la dignidad de sus homólogos anteriores, es el dúo infantil el que encarna la burla y refleja a esas nuevas generaciones de japoneses ensimismados que se expresan en el movimiento Taiyôzoku. Denuncia sutilmente Ozu la vacuidad en esas propuestas, únicamente orientadas a la reivindicación del consumo y la ostentación del mismo, al hedonismo y la provocación irrespetuosa. Un afán de consumo encarnado en la exigencia de adquirir una televisión mediante la renuncia irrespetuosa a comunicarse formalmente.

Contribuyendo pues a la reflexión que propone este número de Contrapicado, destaco la obra de Ozu no como sucesión de adaptaciones, sino como conjunto coherente de variaciones constantes sobre un mismo tema, con afán de superación estética y reflejo de su tiempo. Reivindico así la adaptación o revisitación de obras anteriores, objeto aquí de debate, como un mecanismo creativo de primer orden.

Notas:

  1. ZUNZUNEGUI, Santos: “Voces distantes”, Nosferatu, nº 25/26, San Sebastián: Donostia Kultura, 1997, p. 25. 
  2. SANTOS, Antonio: Yasujiro Ozu, Madrid: Cátedra, 2005. 
  3. Véanse al respecto varios artículos en el nº 25/26 de Nosferatu, como los de Luis Irureta, Pere Alberó o Jesús Angulo. 
  4. SANTOS, Antonio: Op. Cit., p. 479. 
  5. RICHIE, Donald: Ozu, Berkeley: University of California Press, 1974, pp. 9-15. 
  6. Sobre este asunto de los nombres, cabe recordar un libro de reciente edición, también de Antonio Santos, titulado En torno a Noriko, que analiza personajes de toda su filmografía que no sólo comparten este nombre, sino que también desempeñan roles parecidos en sus respectivas historias. 
  7. ZUNZUNEGUI, Santos: Op. Cit., p. 26. 
  8. LOSILLA, Carlos: “En el abismo de lo nunca dicho”, Nosferatu, nº 25/26, San Sebastián: Donostia Kultura, 1997, p. 9. 
Publicado en Panorámica del número 44. Este artículo pertenece al grupo A vueltas con el remake.