‘El nuevo cine coreano’ en Casa Asia: ‘Old Partner’ (‘Wonangsori’, Lee Chung-ryoul, 2008)

Una historia diferente

A pesar del impacto cinéfilo que la Nueva Ola de Cine Coreano produjo a nivel internacional, su distribución, fuera del circuito de festivales fue en nuestro país escasa por no decir casi invisible. Así pues, si autores como Park Chan-wook no consiguieron apenas resonancia en nuestras carteleras, un documental como el que nos ocupa, Old Partner, que versa sobre el triángulo sentimental entre dos abuelos y su buey en la Corea profunda, parece material condenado a la opacidad absoluta. No obstante esta es una historia que, observando su impacto comercial en su país de origen, consiguió despertar el interés de un público mucho más amplio que el esperado para el género documental.

Una vez visionado se constata que Old Partner adolece fundamentalmente de un problema: su falta de, por llamarlo de alguna manera, mensaje concreto. Queda claro que se quiere mostrar, y en eso el éxito es absoluto, que todavía existe otro mundo, otra forma de vida dentro de la hipertecnologizada Corea. Efectivamente, y como ya vimos en Sang Woo y su abuela, entramos en un espacio rural que no convive con su tiempo sino que parece habitar fuera de él. Un mundo anacrónico que, salvo vestimenta de los protagonistas, podría suceder tranquilamente en una Corea feudal. Así pues queda claro el juego una vez más: provocar una fuerte impresión ante la plasmación de la existencia de un espacio tan primitivo como ese para, a continuación, mostrar sus elementos sentimentalmente positivos y crear así una corriente de simpatía, comprensión e incluso admiración.

He aquí donde Old Partner se muestra inconsistente, porque más allá del contraste, y de lo bizarro del argumento, uno no consigue interesarse nunca por la historia que nos están contando. Lo que nos queda claro es que estamos ante un matrimonio que no se soporta, que han vivido años juntos y que sus vías de escape son, para él, derivar su amor hacia su compañero de trabajo, el Buey, y, para ella, pasarse el film indignándose ante esta situación, como una amante despechada. Lo que podría generar momentos de vodevil absurdo o incluso de inquietantes derivaciones sexuales acaba siendo un aburrido bucle de situaciones repetidas que sí, nos hablan de una cierto vacío vital y de una absurdidad existencial, pero nunca consiguen que empaticemos con sus protagonistas y menos aún con un Buey que, lejos de despertar cariño, parece rogarnos con su mirada que se acabe su martirio.

Old Partner es un documental bienintencionado, qué duda cabe, pero que acaba siendo ejecutado de forma torpe al no saber trasladar sus intenciones emocionales al espectador. Sea por su trazo de brocha gorda de los personajes, sea por su obsesión en el subrayado musical y el primer plano o por no saber establecer los lazos emocionales oportunos acaba por sentirse como algo lejano, de un localismo bordeando lo opaco. Sí, entrevemos que hay una loable voluntad de elevar una historia mínima al universalismo del ensalzamiento de la amistad. De mostrar que en lo más recóndito, y en las condiciones más duras, se impone siempre la fuerza de los sentimientos. El problema es que estos se dirigen hacia un animal y no hacia tu compañero humano de fatigas. No es que eso sea malo, es que contradice el espíritu que impregna toda la obra. Si no somos capaces de amar a nuestro prójimo, de solidarizarnos con él, hasta el punto de preferir a un Buey, ¿qué dice eso del espíritu humano? Una reflexión interesante pero que no deja de ser una conclusión de lo más parecida a un tiro por la culata argumental.

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