Atlántida Film Fest – Sección Oficial (I)

Una expedición sonora

Desde que directores como Jean-Marie Straub y Danièle Huillet, Pere Portabella o Alain Corneau exploraron en el cine formas de hacer visible la música más allá de su interpretación convencional como banda sonora, se ha ido desarrollando un lenguaje moldeable y abierto a nuevas perspectivas que aun hoy representan un motor de creatividad. Me alegra encontrar distintas películas presentadas en la Sección Oficial del Atlántida Film Fest que indagan sobre el mundo sonoro desde lo experimental, estableciendo puentes con los pioneros de la puesta en escena del instrumento musical a la vez que extienden su formato más allá del campo visual.

Daniel V. Villamediana vuelve a la esencia de la música barroca con un documental, De occulta philosophia, que describe el proceso de creación musical y concentra la tradición en un solo escenario, la iglesia. Lo sagrado devuelve el misticismo a la concepción del sonido, como descubrimos en El silencio antes de Bach (Pere Portabella, 2008), donde lo más importante es mostrar el mecanismo a través de todo lo que circunda una audición: la construcción del instrumento, la meditación del músico, el ensayo y la puesta en escena final. De occulta philosophia se compone como una partitura, exponiendo un tema inicial con sus distintas variaciones, como ocurre en las famosas Variaciones Goldberg compuestas por Johann Sebastian Bach, que van sonando a lo largo del film construyendo así un paralelismo perfecto entre la estructura narrativa y la estructura musical. Esta fórmula organizada y llena de detalles inunda la pantalla de armonía e imagen, como encontraríamos originalmente en la propia concepción barroca.

Sin embargo otras películas de la Sección Oficial van en busca del trasfondo sonoro para encontrar el hecho diferencial y original. Es el caso de Noche (Leonardo Brzezicki), una fantástica película argentina que habla del amor entre amigos, la solitud y la muerte, a través de las grabaciones de voz que realizó el personaje de Miguel antes de quitarse la vida. Las relaciones entre homosexuales cogen especial relevancia, como vemos también en otra de las películas seleccionadas, El tercero, dirigida por el argentino Rodrigo Guerrero, o recientemente en El desconocido del lago (L’inconnu du lac, Alain Guiraudie, 2013) o La vida de Adèle (La vie d’Adèle - Chapitres 1 et 2, Abdellatif Kechiche, 2013). Nos encontramos frente a un nuevo terreno que profundiza más en la relación sentimental, y que Noche aprovecha para mostrarnos la angustia por la pérdida del ser querido.

Brzezicki juega también con lo sonoro, que sirve para establecer el hilo narrativo del film, un desarrollo que de nuevo se mueve entre aquello que no podemos ver, tan solo escuchar, y que suscita en gran medida la sensación de que la historia se desarrolla en fuera de campo, algo que conlleva continuas escenas enigmáticas que son a la vez sutiles e inhóspitas, con lo que consigue mantener enganchado al espectador. La experimentación sonora se produce dentro y fuera de campo, aferrándose a la idea de que el sonido diegético no tiene que estar necesariamente visible en el plano, ya que es evidente: personajes y espectador están escuchando lo mismo, el testimonio de un joven atormentado al que nunca vemos, solo oímos, pero que se establece claramente como protagonista. Es interesante notar la implicación dramática de este recurso sonoro, que actúa a la vez como principio narrativo y como ejercicio de memoria que evoca un recuerdo, el cual sus amigos tratan de afrontar. Otro film presentado, Después de la generación feliz, de Miguel Ángel Blanca, juega también con esta intención de revivir historias, en este caso a partir de la recuperación de antiguos VHS familiares, mostrados con un cierto toque rocambolesco. Blanca experimenta dentro del propio formato de vídeo, e introduce la actuación de Joan Colomo, que, como si de un videoclip se tratara, reproduce todas aquellas viejas canciones para introducir una banda sonora a imágenes mudas. El proceso de recuperación se realiza desde diferentes ámbitos, para culminar en este universo kitsch que sin embargo se aproxima al videoarte y que se basa en una historia familiar en la que, como en todas, los años pasan pero los testimonios fílmicos permanecen.

Es importante referirse también a Se fa saber, dirigida por Zoraida Roselló, quizás la película que consigue unirlo todo: sonido, realidad y memoria. Un film que se sitúa en una zona rural cerca de Tarragona, donde se nos muestra el testimonio de una generación de posguerra que reivindica la vida en el pueblo. Son especialmente entrañables estos pequeños momentos del film en los cuales el sonido encarna la voz real de los protagonistas, como el mecanismo que reproduce mejor toda la esencia de una generación. Unos protagonistas que muestran su vida cotidiana a través de ejercicios donde predominan sus voces, como la señora que en plena vejez sigue realizando un espacio musical en un programa de radio local, o bien la canción popular interpretada de forma brillante por una señora mientras se retoca el peinado en una peluquería, hasta la intervención de una mujer en un programa radiofónico que denuncia robos de ofrendas en el cementerio. Todas ellas son un testimonio claro de una sociedad rural que la directora barcelonesa describe destacando las voces por encima de los cuerpos. Son estas voces las que cuentan las historias y definen este preciso retrato costumbrista.

Estos filmes recogen la tendencia de esta última ola de cine español y también latinoamericano, que como vemos se caracteriza, entre otras cosas, por la preocupación acerca del tratamiento del sonido, que en muchas ocasiones pasa a ser un elemento central inscrito en la propia narrativa. Y no nos quedaríamos aquí, ya que otros títulos como Mapa de León Siminiani (2012) o Los ilusos de Jonás Trueba (2013) también se incluirían en esta búsqueda de esencias con la música como eje vertebrador.

A la suma de De occulta philosophia, Después de la generación feliz, Se fa saber y Noche, encontramos que todas están comprometidas con el detenerse y releer la imagen para establecer un cuadro sonoro que hable, como las obras pictóricas, de una época y un espacio. En este sentido, estas películas cuentan con testimonios que tienen que ser observados, pero sobre todo escuchados, ya sea desde el discurso musical, la grabación o la voz humana para devenir, como las obras de arte, perdurables.

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